El libro unifica "El falsificador de paisajes" y "En la esquina de enfrente del Cabaret Voltaire", dos poemarios que tienen identidad propia y son complementarios en el universo binario construido por la autora. Marca una senda donde, entre la urdimbre de ambigüedades pictóricas y las trampas de identidades distribuidas a lo largo del libro, aflora siempre el hálito vital de su poesía. Con ella incita a que aceptemos el reto de discernir entre realidad o alucinación, pero sobre todo a que ahondemos en la búsqueda de respuestas a las grandes preguntas del hombre sobre la vida y la muerte.