En el centro de aquel Jardín del Edén de los relatos del origen había dos árboles, el -rbol del Conocimiento del Bien y del Mal y el -rbol de la Vida, y el mito responde a una realidad palmaria: venimos del árbol, vivimos en sus frondas, y él fue el primero en darnos alimento, sombra y refugio, dejando una huella imborrable en nuestro inconsciente.Tomando como título un verso del escritor -lvaro García, Quedan los árboles reúne en sus páginas sesenta poemas de otros tantos poetas españoles contemporáneos que han encontrado en la figura del árbol un interlocutor, un símbolo o un motivo para la contemplación meditativa, como lo fue para el pintor Godofredo Ortega Muñoz, a quien este libro debe su inspiración primera: árboles que viven en la memoria o nos interpelan día tras día, árboles que nos llaman desde la niñez o son cifra del porvenir, del carácter perdurable de nuestros afanes y deseos.